Que gran suerte tener a día de hoy un balconcito desde donde mirar el mundo, ese mundo que sigue su vida, ajeno a todo.
Dos gorriones que juegan y revolotean en la punta de las tejas del tejado.Una lavandera que se pasea dando saltitos por el césped. El majestuoso baile del milano que se pasea frente a las ventanas. Y el cuervo que, junto a la hurraca, vigila las calles desde zanjas y postes.
Y luego están los invisibles, esos ciudadanos que aparecen ahora que los hombres en las calles callan. He descubierto un vecino pico picapinos en un árbol cercano. Un par de tórtolas que conversan entre ellas desde distintos puntos de la ciudad. Incluso un mirlo vergonzoso que se deja ver y oír en algún momento de su pasea.
Y como broche de oro al concierto, a lo lejos, el canto del majestuoso gallo que, desde nuestra misma condición, nos da los buenos días a todos en su cuarentena permanente.
La paz de no escuchar los ruidos de los coches y de la ciudad hace que la naturaleza esté ahora un poco más cerca de nuestras casas, un regalo divino para los que añoramos pasear en ella.
Laia (Jaca)
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Cuéntanos cómo estás viviendo este confinamiento, una situación sin precedentes para muchas generaciones. Que este sea tu espacio de desahogo, de queja, de creatividad.
QUÉDATE EN CASA, QUE SALGAN TUS PALABRAS.