Ahí estás,
majestuosa y elegante,
dormida
en medio de un silencio
loco y desenfrenado.
Nos albergas en tu lecho,
nos curas la ceguera
con gotas de esperanza.
Cada mañana,
te cuelas por las ventanas,
y nos susurras al oído:
“Todo pasará”.
Cierto,
todo pasará,
y tus calles se vestirán de luces,
el ritmo volverá al asfalto…
pero cada uno de nosotros,
ya habrá cambiado de nombre…
Te amamos Madrid.
Marina G.C.