Hemos vuelto a los libros, a ver de nuevo fotos antiguas y a retomar esas aficiones que parecían olvidadas. Hablamos con familiares y amigos con más frecuencia que lo que nuestras vidas frenéticas nos permitían, aunque ahora separados y a través de una pantalla, pero con muchas más ganas de reencontrarnos.
Hemos reinventado nuestra rutina, haciendo una pausa en nuestras vidas, observando la empatía que destilan los balcones, las iniciativas solidarias y las acciones bonitas.
Y nos hemos dado cuenta de que la vida es esto. Siempre había sido esto. Ayudar a los demás, sumar esfuerzos, respetar y ser responsables. Y sobre todo, agradecer y valorar las pequeñas cosas que creíamos infinitas y que ahora más añoramos: abrazar a tus padres, estar cerca de tu hermana, una caña con amigas…
Por fin hemos sido conscientes de que no necesitábamos nada más que eso, amor y libertad.
Celia (Robres, Huesca)
